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Dos propuestas radicales: Costillo y Piris


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Ángel Campos Pámpano
Diario HOY
13 de enero de 1994
Dos propuestas radicales: Costillo y Piris
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Acuarela no es sólo un magnífico elepé de Toquinho, sino también el nombre de una pequeña sala de exposiciones de la ciudad de Badajoz, que ha apostado, en el pasado mes de diciembre, por dos propuestas pictóricas absolutamente radicales: la de Luis Costillo y la de Luis Piris. No cabe duda de que para el galerista hubiera sido más rentable programar en estos días navideños algo menos arriesgado y demás fácil comercialización. Por ello, hay que reconocer y valorar en su justa medida los proyectos que esta galería, en su limitado espacio, ha venido recogiendo. Lo que la convierte en la única sala comercial que trata de ser coherente con los tiempos pictóricos que córren. En este sentido, su actividad a lo largo del año es irreprochable. Acuarela ha acogido tanto la obra de pintores noveles (la temporada se inició con dos exposiciones -sorprendentes, por lo inesperadas- que dieron a conocer el excelente trabajo y las buenas maneras de Domingo Frades y Raúl Valerio, respectivamente) como la de otros artistas ya más avezado, como es el caso de los que ahora nos ocupan.

Luís Costillo
"Bocas de la ciudad", título genérico de la muestra de Luis Costillo (1956) (de la que ya se ha ocupado en estas páginas Antonio Zoido), engloba un total de diez trabajos realizados durante los meses de noviembre y diciembre de ese mismo año. De algún modo, el pintor nos devuelve en estas tablas la imagen olvidada de un paisaje urbano -o mejor, suburbano casi que nos cuesta percibir porque no está a la altura de nuestros ojos, sino bajo nuestros pies; un paisaje al que no estamos acostumbrados y que no se sino el reconocimien to fragmentario de un símbolo que caracteriza la modernidad fin de siglo: la conciencia de crisis -sin caer nunca en lo apocalíptico- que afecta al hombre contemporáneo. El "enigma" de cada cuadro -la mayoría de formato estrecho rectangular, formato sobre el que, con frecuencia, trabaja el pintor- viene planteado por el conflicto entre la "abstracción", representada por la superficie propiamente plástica, y la "figuración", que recoge en chapas de cobre fragmentos de las tapas de acero que cierran las alcantarillas de la ciudad. Se trata de procurar un equilibrio formal partiendo de un soporte geminado, que divide en dos partes no simétricas cada una de las tablas. La mayoría de las piezas -en consonancia con la simbología de esta muestra- se presentan sobre un material más bien poco noble: el aglomerado, lo que no hace sino reflejar la deliberada marginalidad en la que sitúa el artista.

Luis Costillo,que no se prodiga demasiado, es uno de los pintores que sólo se pone a trabajar cuando tiene conciencia clara de la que quiere hacer. Así, la realización de una obra suya es relativamente rápida, pero ha sido pensada y repensada durante tiempo. Este es el caso de su última exposición: la de un pintor que procura mantenerse en la superficie y no perderse en el fondo.

Luís Píris
El arte -ya se sabe- es casi tan antiguo como el hombre, "El hombre -ha escrito Ernest Fischer- sueña con operar mágicamente sobre la naturaleza, con poder cambiar los objetos y darles una nueva, forma recurriendo a medios mágicos. Es el equivalente, en la imaginación, de lo que el trabajo significa en la realidad. El hombre es, desde el principio de los tiempos, un mago." Esta es la sensación -la de estar ante un aprendiz de hechice ro- que uno ha sentido al contemplar algunas de las piezas (todas formato pequeño) que configuran "Objetos personales", la exposición que Luis Piris (1963) ofrece en la sala Acuarela hasta mediados de enero y donde usted puede, al menos: "Lacrimar su memoria, limpiar sus ideas o moquear su conciencia", que no es poco. Tal vez una de las cosas que más llama la atención en la mayoría de los trabajos presentados es el carácter literario que tiene esta pintura.

Luis Piris es un consumado lector de buena literatura, sobre todo de la buena poesía, y a fe que ésto se nota en su quehacer plástico. La palabra se convierte a menudo en un elemento imprescindible para leer correctamente esta pintura. Así, buena parte de los doce pequeños lienzos (25x15 centímetros ) -la mitad de la totalidad de la muestra- giran en torno a determinados signos lingüísticos ("gozo", "miel", "fortuna"etc.) que enseguida son tratados como un elemento más del espacio material del cuadro.

Hay dos piezas especialmente literarias en la exposición. Las dos están realizadas sobre un soporte de arpillera y pizarra y quieren ser un homenaje a Valle Inclán ( "Rosa de Sanatorio") y a la poesía ("Poema", escrito al revés como gusta de hacer al pintor) que es uno de los mejores trabajos de conjunto. Los dos están muy cerca tecnicamente de lo que se a dado en llamar poesía experimental (Brossa, Scala, Gómez, etc.), poetas con quienes también com parte el gusto por los "collages", magníficamente representados aquí en piezas "encajonadas" como "Suici-dios", o en esa caja sin título en la que una manzana (y su simbología bíblica del pecado ori- ginal) se identifica con globo terráqueo en miniatura. Hay literatura incluso en el soporte de los dibujos (algunos absolutamente sorprendentes) del pintor: las páginas de una agenda, que, amén de ser un referente temporal pro pio del texto literario, nos recuerdan la última novela "Cuando ya no importe" de Juan Carlos Onetti, escrita en las páginas a modo de diario- de agendas regaladas.

Luis Piris rinde homenaje, tal vez de un modo inconsciente, a la cultura dolménica tan característica de su tierra natal (Valencia de Alcántara) con una pequeña escultura que, incomprensiblemente se utilizó de cenicero el día de la inauguración. No quisiera dejar de destacar, por último, que estamos ante un pintor de la materia, pero también, y sobre todo, del cuerpo, del cuerpo humano que, por lo general, se representa orinando. La micción, pues, posee para el artista el mismo efecto regenerador, purificador que el fuego en la tradición clásica. De ahí que este símbolo sea un elemento recu rrente en el trabajo de un creador que ha sido para el que escribe toda una agradable sorpresa.

Sea como fuere, la obra que se puede exhibir en Acuarela -que no es poco- tiene que ser obligada mente de teducidas dimensiones, dadas las condiciones de la sala. Los trabajos de más envergadura de estos pintores necesitan otro espacio para ser mostrados. Este espacio bien pudiera ser la sala de exposiciones de la Consejería de Cultura en Badajoz, que se pasa buepa parte del año cerrada, a pesar de que nonibres como los que aquí he comentado (y algunos otros como los de Luis Ledo o Alfonso Sánchez Rubio) llevan años trabajando (la primera expo- sición en solitario de Luis Castillo data de 1976) y aún no han tenido el honor de ser considerados -individualmente- por las institu- ciones. Las instituciones sabrán, porque los Bancos -las entidades de ahorro-, que podrían estar al quite, en esta tierra, se dedican a otras cosas.
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